jueves, noviembre 12, 2009

Desde Pucón

Estefanía Miranda, desde Pucón, Chile, desea compartir con los visitantes del blog dos fotografías de colibríes tomadas en el patio de su casa. Muchas gracias Estefanía...

domingo, agosto 23, 2009

Proyecto Colibrí

Navegando por la red me encontré el siguiente video que con ustedes quiero compartir......


jueves, julio 23, 2009

Un colibrí de Nazca contemporaneo.

Mariana del Hoyo, creo que desde la Argentina, me hace llegar la siguiente imagen de algo que llaman círculo en campos de trigo, realizada el dos de julio de 2009. Una hermosa y misteriosa versión del colibrí de Nazca.

Colibrí en Costa Rica


En un árbol de manzana de agua esta pequeña constructora de unos cinco centímetros ya se encuentra lista para empezar a poner sus huevos, ponen dos huevos, y son grandes en relación a su tamaño, duran incubando entre 15 y 20 días, los polluelos abren los ojos a los 14 días de la eclosión de los huevos. Ella agranda el nido cuando sus polluelos van creciendo. Los colibríes pertenecen al orden de los Apodiformes y a la familia Trochilidae. Existen alrededor de 330 especies de colibríes y viven solamente en América. En Costa Rica viven alrededor de 54 especies. Los polluelos nacen sin plumas y con los ojos cerrados. los polluelos abren los ojos a los 14 días de la eclosión de los huevos.

BIBLIOGRAFIA CITADA: Stiles, F. Gary, Guía de aves de Costa Rica, Cornell University.
Foto: Carlos León/LN. Texto: Carlos León

jueves, junio 25, 2009

Leyenda del Colibrí de Oro


Fotografía de Luis Mazariegos

Una vez escuché una leyenda andina que me gustó mucho y quisiera contarla ahora. Trataba sobre cómo el colibrí se convirtió en oro.

Se dice que en los tiempos del Tahuantinsuyo, el Inca, hijo del Sol, cuando quería comunicarse con Wiracocha (el hacedor del universo), lo hacía mediante un pututo (caracola) para llamar al gran cóndor (kuntur) para que lleve el mensaje a Dios. El cóndor era el único animal al que se le permitía el acceso al cielo (hanan pacha) pues era el mensajero del Inca, es decir, el que llevaba los encargos y misivas reales y traía luego los consejos y respuestas de los dioses. Así el Inca podía tener la sabiduría suficiente de gobernar de la forma más justa y adecuada.

Cierto día, volando el colibrí (qenqe) todo suelto de huesos entre las flores, se le ocurre una idea descabellada y utópica: quería ver a Dios. Por más que quiso no pudo quitarse la obsesión de la cabeza. Día y noche le martillaba la idea en la cabeza. Como todos sabemos, el quebradizo colibrí jamás de los jamases puede llegar a las alturas donde habita plácido el cóndor. Entonces, el colibrí maquina un ardid: utilizaría como caballo de Troya al cóndor, lo cual era un sacrilegio. Pero al astuto pajarito no le interesaba que pensarían los otros animales de él, pues lo único que anhelaba era ver cumplidos sus deseos. Así es como permanece en silencio planeando la subida.

Con un esfuerzo sobrepajaril, llega al nido del cóndor, donde éste se hallaba espléndidamente dormido. El colibrí, ni tonto ni perezoso se metió dentro del plumaje de las alas del cóndor, y ya allí espera a que el cóndor acuda al llamado del Inca para realizar el viaje al cielo. Efectivamente sucede.

Cuando el cóndor escuchó el hondo clamor del pututo, fue inmediatamente a presentarse al Inca para cumplir con su tarea.

Entonces el Inca le confiesa sus dudas y cuestionamientos que debían ser esclarecidos por Wiracocha. Con las preguntas a cuestas, el cóndor emprende el vuelo hacia el hanan pacha, el cual se iba abriendo a medida que éste volaba cada vez más alto. El colibrí, mientras tanto, no podía ver nada en absoluto porque estaba aterrado y lívido, agarrándose con uñas y pico de las puntas de las plumas del cóndor, para no caerse al vacío.

Ya en el interior del hanan pacha, el cóndor se para en una huaca sagrada para disponerse a hablar con Wiracocha. Pero había un detalle: no le estaba permitido al cóndor ver a Dios de frente, sino que debía voltearse mientras hablaba con el Hacedor. En medio de todo este movimiento, el colibrí ya no aguantó más y sale disparado más rápido que volando fuera del plumaje del cóndor. Tenía que ver a Dios, pues para eso había corrido tantos riesgos, por las puras no iba a haber venido hasta allá. El cóndor se da cuenta del atrevido animalejo y lo comienza a perseguir para comérselo de la rabia por haberlo utilizado para subir al cielo.

En su desesperación, el pobre colibrí volteaba para ver si el cóndor furioso ya lo iba a alcanzar, cuando en una de esas, ve a Dios, cara a cara. El impacto fue grandioso. El colibrí se iba poniendo dorado poco a poco, transformándose en un colibrí de oro (Incode). Ante tal espectáculo, el cóndor enmudeció y retrocedió, pues el picaflor había logrado lo que nunca se le permitió a él.

Para los andinos, el colibrí simboliza el sabio que sabe chupar el néctar de la vida misma. Lo hace utilizando la audacia y la conciencia. El cóndor es el animal más grandioso que existe. En cambio, el Incode es un animal mítico que sólo existe en los sueños de los hombres. Representa al único ser vivo que se atrevió a incorporar a Dios con una chispa de ingenio. No por las puras figura en las líneas de Nazca

Fuente: Incodeperu.org.

Enviado por Juliana González.
Bogotá D.C.

domingo, junio 07, 2009

La vida entre las manos


Mi esposa está embarazada. Lleva treinta y seis semanas de gestación y el doctor le ha prescripto reposo absoluto. El gran nido –que ahora resulta realmente pequeño– es un revuelo con una madre en cama, cuatro pichones agitados por sus tareas cotidianas y el huevo de las cuarentas semanas de incubación inquieto dentro del vientre… ¡Y qué decir del padre yendo y viniendo enredado en los quehaceres domésticos!.

Cocinar resultó más sencillo de lo que esperaba. Los consejos en Internet resultaron útiles a la hora de planificar el almuerzo y cena. ¡Quién lo diría!. También resultó muy útil el lavarropas automático, maravilla de la ciencia moderna del que mi mamá nunca disfrutó. Lástima que no tenemos lavavajillas… pero en esos detalles a veces los niños ayudan, uno lava, otro enjuaga, luego habrá que secar y guardar.

Entre tanto desparramo los picaflores rubíes van y vienen en las ventanas de casa. Los colibríes son visitantes asiduos a muchos hogares barilochenses. Un pequeño bebedero con flores rojas y un almíbar bien preparado los atraen cuando el otoño no les ofrece demasiadas alternativas. El almíbar también necesita de las tareas del improvisado amo de casa. Debe ser preparado con agua hervida y en una proporción precisa de azúcar y agua. Además hay que renovarlo cada tres días máximo para impedir que crezcan ciertos hongos o bacterias que son perjudiciales para el ave.

En estos días fríos que nos han tocado vivir, hubo tardes patagónicas, esas tardes soleadas que llenan de luz las siestas heladas y que magnifican el paisaje haciendo que valga la pena tanto frío y tanto revuelo. Una sonrisa de Dios en medio de tanto vaivén cotidiano.

Fue allí que abrimos las ventanas unos instantes para darle lugar al sol mientras la madre en reposo tejía en la cama grande. Y fue allí cuando entró un colibrí rubí al dormitorio. Allí su aleteo colmó de vida la habitación. Barullo general en el pequeño gran nido. Ya habíamos disfrutado su hermosa corona rubí que le da nombre y que cambia de color al amarillo, naranja y verde tornasolado por sus plumas que refractan la luz. Ahora volaba en el dormitorio buscando escapar por algún lugar.

Resultó difícil ayudarlo a encontrar la salida. Con un trapo, con una escoba, con lo que fuera intentamos indicarle la ventana pero no la encontraba. Para el colmo, otro ejemplar lo azuzaba desde afuera por un gran vidrio, así que la desesperación del pobre colibrí se multiplicaba por atacar a su contrincante, buscar una salida y escapar de nuestras miradas.

Preferimos dejarlo solo, agotando su energía para que no luchara por tantas cosas. Cuando por fin disminuyeron sus aleteos y ya no podía sostenerse en su vuelo, entonces me acerqué y lo tomé usando una tela como red. Luego con suavidad extrema busqué sus patas que él prensó en mi dedo y apreté con suavidad levantando la improvisada red. Allí apareció entre mis palmas la pequeña y magnífica ave. Su corazón latía aceleradamente, sus alas temblaban y sus ojos nos oscultaban con gran curiosidad, tal vez con miedo, no lo noté.

Mi corazón también temblaba. Tenía la vida entre mis manos; una pequeña porción de vida pero una de las más maravillosas. ¡Cuán pequeña puede ser la vida y sin embargo es siempre bella!.

Lo miramos con atención, atinamos a sacar algunas fotos, disfrutamos de ese instante. De pronto el estupor del ave se fue desvaneciendo y recordó sus deseos de libertad, sin poder quedarse quieto comenzó a batir sus alas y querer safarse de mis manos. Me acerqué a la ventana y entreabrí mis dedos. El ave voló libremente hacia el sol de la tarde patagónica.

Lo seguimos por unos minutos y luego, él y nosotros continuamos nuestra cotidiana tarea de vivir.

José Giménez
Bariloche - Río Negro
http://observandoaves.blogspot.com/

viernes, mayo 22, 2009

Una bendición


Fotografía de Luis Mazariegos

Andrés, cuando tenia unos 6 años , mi madre nos llevo a vivir al estado de Sonora, en la ciudad de Guaymas, era un lugar recién urbanizado, y por lo mismo había en aquel entonces flora y fauna en su estado natural, ardillas, zorrillos, topos, alacranes, ciempiés, víboras, tarántulas, aves de distintas especies que no supe sus nombres, y libélulas, hermosas y ruidosas libélulas, sapos, ranas, y para mi que era una chamaquilla de ciudad fue el gran descubrimiento, nunca había estado en contacto tan cercano con la naturaleza, cerca de donde vivíamos había una playa y un estadio de béisbol.

Llegar a ese puerto adaptarme a el tremendo calor, me dejó recuerdos muy marcados, y ahí en esa ciudad donde perdí el apetito, porque con tanto calor era difícil tener apetito, conocí los Colibríes, y no de una manera mágica, sino que en pequeñas bolsitas rojas, rellena con otros elementos , los vendían disecados según eso para atraer el amor y el dinero, como amuleto mágico.

Vaya sorpresa y asombro que me lleve , ver a esos pequeñines, sin vida , y yo sin tanta conciencia, pero sentí pesar, mucho pesar, como podía alguien quitarle vida a algo tan hermoso, hoy con tu correo recordé mi primer encuentro con ellos, y sentí cierta aflicción a destiempo.

Cuando conseguí colgar mi bebedero de colibríes en mi ventana fue todo un acontecimiento familiar, lleno de ceremonia, contestando las muchas preguntas de mis hijos, como un vamos a alimentar a las criaturas de Dios, esperamos un día entero ver aparecer el primero y al día siguiente con el sol recibimos la bendición de ver al primero, y bueno pues me sentí muy agradecida con la persona que me lo regaló, y aquel recuerdo triste de los colibríes sin vida, no salió de su escondite hasta ahora que leo tu correo, veo que somos muchos los que los contemplamos, y encontramos en ellos una fuente de alegría.

Sí me interesa mucho saber cuando volverán aparecer, o si estoy haciendo algo que los aleja, o si paso algo en mi entorno que los obligó a alejarse.

A veces he soñado en comprar cientos de bebederos y colgarlos en la gran fila de árboles que rodea mi casa y compartir con los vecinos ese milagro de ver su fugaz aparición....

Mensaje de Aída Méndez, desde Tijuana, México