jueves, febrero 09, 2012

Reencuentro familiar

Desde Machetá, en una bella región cerca de Bogotá, Heidi Pol, citando las palabras de un relato de su madre, nos hace llegar una imagen y una hermosa historia:



“Un día de Abril  tocaron a la puerta de nuestra finquita cerca a Machetá. Eran Diego y David, dos niños de la región que conocen mi pasión y amor por las aves. Diego tenía en sus manitas un invaluable tesoro…  Mire Sra. María, lo que encontré… Era un pichón de colibrí, diminuto casi tan grande como un dedal, perfectamente formado con sus alitas verde esmeralda, su piquito inquieto y unos ojotes abiertos que me dejaron sin habla. Lo encontramos al lado del río, solo, sobre una piedra y como no sabemos nada de pájaros bebés, se lo trajimos para que usted lo cuide.

Sin esperar les di las gracias y me preparé  para la importante misión. Primero una buena dosis de agua azucarada, luego un lugar seguro donde dormir. La antigua jaula  de barritas de guadua quedó perfecta y mullida con un poco de musgo que recogí.  Esa noche retomé mi rol de madre abnegada y alimenté a mi bebé pájaro cada tres horas.

Al día siguiente consideré conveniente comenzar las clases de vuelo, así que en el cuarto más pequeño de la finca cerré la puerta y coloqué cojines en las esquinas. Al pequeño lo coloqué en el borde de la cama. Y efectivamente llegó al piso, pero más que un vuelo fue un salto arriesgado batiendo sus alitas de vez en cuando. Esto de volar es un proceso, pensé, mañana seguiremos las clases. Así se desarrolló mi vida durante dos días con las quejas de mi marido, que con razón se sintió relegado por mi  dedicación al pajarito.

Al tercer día sucedió algo que aún no puedo creer… Había dejado en la mañana al pichón en su jaula colgada en la baranda de la casa. Escuché un aleteo y recordé  que había dejado la puerta de la jaula abierta así que pensé que el pajarito había intentado volar. Salí corriendo y cuál no sería mi sorpresa al ver un colibrí adulto revoloteando alrededor de la jaula. Ambos emitían un sonido particular, era evidente, estaban  reconociéndose. La madre procedió entonces a alimentar a su pequeño con el pico.

¿Cómo era posible que la madre lo hubiera encontrado luego de tres días y a casi un kilómetro del río? Dejé todo el día la puerta de la jaula abierta y me dediqué a observar…. Lo mejor estaba por venir.

Al quinto día de esta preciosa experiencia apareció un nuevo actor en la escena. En la mañana no solo me topé con la madre, también estaba el padre quien luego de la sesión de alimentación instigó a su pequeño a salir volando de la jaula. Así lo hizo y saltó a la baranda y al suelo y luego del suelo a  la baranda y así durante casi tres horas, hasta que los tres tomaron vuelo y se perdieron entre los árboles, dejándome con una sensación de infinito amor…….

Citando las palabras de mi madre, gracias mamá por esta preciosa historia

Heidi”

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